es-solo-punk-rock

muneco


El muñeco maldito

"Y bueno, ahora van a decir que como no quiero a mi hijo no quiero a nadie. Tienen razón, no quiero a nadie". Ricky Espinosa mide un poco más de un metro sesenta y cinco, tiene las mechas ligeramente platinadas y está contando la historia de cómo tuvo un hijo sin quererlo. Todo sucede en la pieza donde creció y en la que vivirá hasta que su padre lo vuelva a echar como ha sucedido tantas veces en los últimos quince años. Hubo una vez, también, en la que el cantante de Flema directamente paso la noche en una bolsa de dormir instalada en la terraza. Como un perro, bah. Atravesaba el largo pasillo de la casa de Gerli este (la parte que se toca con Avellaneda) y se colaba por el techo. ¿Santa Claus? ¡Nooo! Más bien estamos ante un auténtico Chuky del conurbano.
En esta tregua -"me hecharon mil veces pero fui lo suficientemente vivo para no irme"-, Ricky ha dispuesto un curioso catering para atender a al Sí. Preparó café y un arrollado de pionono intoxicado de moscato y se ríe a carcajadas -hay que escuchar esa risa- de su Gustock privado en una escenografía que mezcla trofeos deportivos que no son suyos, raídos adornos de tiempos mejores y su álbum completo de fotos que lo muestran: a) pintarrajeado a lo Marilyn Manson ("yo me pinto desde el 87") b) vistiendo el inmaculado uniforme stone argentino c) como un muñeco vudú que desde el mismísimo sobre interior de su nuevo disco, Si el placer es un pecado... bienvenidos al infierno, luce una remera que dice "Flema es una mierda". Los comensales se muestran tímidos y el punk taimado advierte: "Coman que lo hice para ustedes. Si a mi no me viene a visitar nadie".
-Pero en la puerta tenes pintadas de fans...
-Si. Es como la tumba de Jim Morrison... pero vivo.
La historia de Ricky se puede contar a travez de sucesivas expulsiones. "Yo no pedí nacer", dice la alimaña para empezar. La escuela secundaria, en tanto, le tomó diez años. Primero lo hecharon del industrial Angel Gallardo de Avellaneda, después de un bachillerato en Barracas y al final se fue sin que lo echen de Joaquin V. Gonzalez ("me cansé de tomar vino en las horas de clase y preferí tomar en la calle"). Y de la escuela al trabajo, ¿no?: "Una vez trabajé en una fábrica de lápices, como cuarenta horas por día. Queríamos juntar plata para descontrolar en Navidad. Pasó la Navidad y me quedé. Y fui ascendiendo de puesto, llegué a ser jefe de máquina pero me zarpé un par de veces y me echaron".
Salimos con Ricky a dar una vuelta por el centro de Gerli. De una contrucción modesta sube un vaho de choripán. "Es un club social, pero ahi no puedo entrar". Asoma un zaguán remodelado. "Las rejas las pusieron porque nos sentabamos con los pibes a tomar vino". A la vuelta, un metegol juega con dos pibes. Ricky para, choca los cinco y uno le pide que hable de El Porve. "Acá esta el Porvenir, que tiene pica con Arsenal de Sarandí. Yo paré mucho tiempo en una plaza donde confluian los de Gerli, los de Sarandí, los de Dock Sud, y a todos nos unían los mismos vicios. La cancha, que mierda nos importaba".
"Si yo soy así no es por culpa de las drogas", es uno de slogans que Ricky agita -hay que escuchar es voz imposible- desde su atalaya en Flema, el único lugar de donde nunca lo echaron. Hace diez años que alguien le dio el nombre del grupo y algunas canciones antes de que ni siquiera tuvieran un ensayo. Hoy las cosas no han cambiado demasiado y esta banda que tiene tres discos y fue vista por 5.000 personas cuando tocó con The Offspring sigue sin ensayar ("No sería sincero si ensayáramos"), aunque Ricky diga que ya tiene el cuarto disco en la cabeza. Es así, Flema quiere ser el mejor grupo punk de Argentina siendo el peor. "No creo en los grupos buenos como los Lamina (A.N.I.M.A.L. al revés)", remata velocísimo.
Y Ricky, el negativo de cualquier estrella de rock, descubrió lo que no debía en las cosas que le prohibían: los terrenos vecinos al club Villa Modelo y los discos de los Stones. De no haber sido rocker sería medium. Es que solamente se permite soñar con una zapada en la que estuvieran Brian Jones y Kurt Cobain. "Lo que hizo es una estupidez, un mal ejemplo, lo que quieras... pero fue digno. Si no tenés ganas de vivir más, no vivas más y punto". Y el peor del barrio, el que asustaba a las señoras de la cuadra portando una cruz invertida, quiere dejar claro que prefiere quemarse antes que enmohecerse y ser el extremo malo antes que el bueno.
-Cuál sería el bueno?
-Y qué sé yo... el Papa.
Fernando García y Jose Bellas


SI, Suplemento Joven de Clarín, Buenos Aires, Viernes 29 de Agosto de 1997




FX Fulltiltpoker CASINO virgincasino betway casino
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis